El abuelo y tocayo del autor de este nuevo libro emigró de León a EEUU en 1920. Había estado antes en la Argentina. Por lo visto, a Emilio Silva Faba le gustó tanto lo que vio en Nueva York, que decidió montar allí un negocio, importando productos de España para venderlos a la creciente colonia de emigrantes españoles que se iba fraguando en aquellos años en La Gran Manzana. Quiso hacer un viaje rápido a España antes, acaso para firmar acuerdos con productores de su Bierzo natal, aquella comarca entre León y Galicia, de suelo feraz y micro-clima mediterráneo, cuyos productos agrícolas tenían –y tienen– muy merecida fama. El caso es que Emilio compró un billete de barco de ida y vuelta: NY-Vigo-NY. Se despediría de los parientes que le habían acogido en Nueva York, y desde el muelle, entonaría un “hasta pronto”. Pero ese billete de vuelta, no lo llegó a usar nunca…
Lo que es la vida… Estando de paso en su pueblo natal, se le cruzó en el camino el amor. Se llamaba Modesta Santín. Cambio de planes. El billete de vuelta lo guarda en un cajón. Se casaron Emilio y Modesta y tuvieron varios hijos. Emilio sí acabaría montando su “almacén de coloniales” o “tienda de ultramarinos” pero no allende los mares, no en la lejana Nueva York, sino en su propia tierra, en Villafranca del Bierzo. La familia y el comercio crecieron a la par durante la segunda mitad de la década de los ’20. Emilio vio con optimismo y esperanza la llegada de la Segunda República en el ’31 — conocía algo de otras dos repúblicas –La Argentina y Estados Unidos– y sabemos que era un defensor acérrimo de la educación pública, gratuita y laica. Militaba en el partido moderado de Manuel Azaña, Izquierda Republicana.
Lo que es la vida… estando de nuevo asentado en su Bierzo natal, construyendo una familia, un comercio, una democracia, se le cruzó en el camino la muerte. Tras el golpe de estado de julio de ’36, el poder fáctico de El Bierzo cae en manos de los fascistas, que durante varios meses acosan y extorsionan al tendero “con ideas”. En octubre, lo secuestran y asesinan. Tiran su cuerpo en una cuneta en un lugar desconocido, junto a otros doce lugareños que por un motivo u otro incomodaban a los pistoleros erigidos en estado.
Durante los largos años de la dictadura franquista, la viuda y los hijos de Emilio, entre ellos, el padre y también tocayo del autor de este libro, aprenderían, sobre todo, a callarse, a sufrir en silencio, a tapar una gran herida abierta.
Como en tantos otros casos del trauma inter-generacional, y de forma muy parecida a lo que vemos a menudo con el trauma de la emigración de nuestros invisibles, le tocaría a la tercera generación, al tercer Emilio, romper el silencio, destapar la herida, abrir los cajones donde nuestros abuelos guardaron sus billetes abiertos, los resguardos de tantos proyectos truncados, de tantos futuros nonatos. Hace exactamente 20 años, tras un trabajo propio de un ingenioso e infatigable detective, el periodista Emilio Silva Barrera pudo encontrar la fosa de su abuelo y de los otros doce de la Priaranza. Pudo exhumar a estas trece víctimas del franquismo, y en el proceso, con el objetivo de ayudar a miles de otras familias en situaciones parecidas, tuvo a bien fundar la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica.
Agujeros en el silencio es una recopilación de algunos de los artículos que ha ido publicando Emilio Silva Barrera a lo largo de estas dos décadas, a partir del texto de 2000 que marcó un renglón subrayado en la inacabada lucha contra la impunidad del franquismo “Mi abuelo también fue un desaparecido”.
Agujeros en el silencio: Renglones de memoria contra la impunidad del franquismo (2000 – 2020). Postmetropolis Editorial, 2020.
